10 septiembre 2003

Hoy voy a regalar una historia de amor para quien quiera leerla...

Y es que ella lo supo, lo supo la primera vez que lo vió, aspiró su perfume y se impregnó con él...La segunda vez, él le entregó toda su alma en una sonrisa...La tercera vez se miraron y no hizo falta decir nada pues todos los versos de amor del mundo cayeron sobre ellos...

Más tarde, cuando llegadas las frías noches de invierno las calles se quedaban desiertas, ella echaba en falta su aliento, el roce de sus cabellos sobre su cara, su mano cálida y serena en su cintura. Escribía cuentos cortos y despues dormía toda la noche, viviendo otra vida en la que su amor estaba siempre tan cerca que si alargaba la mano podía tocarlo cada vez que quisiera.

En sus sueños había silencios cálidos, como versos callados saliendo de sus bocas al compás de sus respiraciones. Muchas veces se reían y se contaban historias, otras muchas veces simplemente paseaban de la mano bajo un manto hecho de con un poco de sol y una pizca de dulce néctar. Se sentaban y se miraban a los ojos y pensaban en el mañana, o en la semana que viene, o en el dentro de cuarenta años... A veces no salían de esa casa imaginaria y se quedaban tendidos en la cama...

Se querían, pero cada uno a su manera. Él la quería calladamente, con pausa, sopesando los te quiero, meditando los versos. Ella le quería con alboroto, atropellando los besos, repitiendo las estrofas una y otra vez hasta la saciedad.

Pero luego, todas la mañanas ella se despertaba. Miraba en su lecho y se daba cuenta de que estaba sola. Todavía percibia, muy levemente, el tacto de su piel en las yemas de los dedos. Y se levantaba y trabajaba y charlaba y comía y hacía todas las cosas que hace la gente normal. Salvo por una pequeña diferencia: todas sus acciones estaban presididas por él, todos sus logros eran en su honor, todas sus alegrías eran alegrías por compartir...

Pero al final, como sucede en las pelis, un día ella se despertó y se dio cuenta de que alguien compartía su cama. Sintió su aliento, percibió el olor de su nuca, notó el roce de sus cabellos sobre su cara y cuando él se dió la vuelta y la cogió por la cintura supo que ya nadie podría separarlos.

Y entonces ella sacó los cuentos que había escrito en sus noches frias para ahora, por fin, leerselos antes de dormir y poder soñarlos juntos.

Fin. Espero que os haya gustado y sin no es así me escribís una que os guste más. Mil besos.